- Formación de Yugoslavia:
Podemos
resaltar dos acontecimientos, separados por aproximadamente un siglo, que
tuvieron una relativa importancia en los sentimientos yugoslavistas. El primero
de ellos fue la breve experiencia iliria impuesta por Napoleón, que hizo
visible una posibilidad de convivencia entre los distintos pueblos. El otro fue
la victoria serbia en las Guerras de los Balcanes de 1912-1913, que provocó un
sentimiento de acercamiento a Serbia por parte de los pueblos eslavos del
Imperio de los Habsburgo.
Al
igual que otras comunidades europeas que no disfrutaban de una independencia
política, como Polonia, fueron exiliados croatas los que dieron los primeros
pasos en la creación de la primera Yugoslavia. Los contactos con Serbia fueron
necesarios para ambas partes, ya que los exiliados necesitaban una plataforma
jurídica legítima desde la que actuar, y los serbios conseguirían que ante la
desaparición del Imperio Austrohúngaro, tanto croatas como eslovenos no
buscaran una independencia individual, integrándose en un Estado encabezado por
una dinastía serbia.
De esta
forma en noviembre de 1914 el gobierno serbio anunció su alianza con el Comité
Yugoslavo, y un mes después firmaba la Declaración de Niš, en la cual se
establecía la creación de un Estado junto con los eslavos del sur del
territorio de los Habsburgo como un objetivo de guerra, confirmándolo en el
Pacto de Corfú el 20 de julio de 1917. En él, el gobierno serbio y el Comité
Yugoslavo se comprometían a la creación del Reino de los Serbios, Croatas y
Eslovenos bajo la dinastía Karadjorjević, de origen serbio.
Durante
el primer año de la I Guerra Mundial, Serbia resistió los ataques del Imperio
Austrohúngaro, pero en 1915 los Imperios Centrales invadieron el país, y a
finales de ese mismo año los restos del ejército serbio se retiraron por
Albania hasta llegar a la isla de Corfú, desde donde se reincorporarían al
ejército aliado del frente oriental.
En
noviembre de 1918, la Declaración de Ginebra tenía como intención la igualdad
de croatas y eslovenos ante los serbios en este nuevo Estado, estableciendo una
federación; sin embargo, el príncipe Alejandro de Serbia no estaba por la labor
de aceptar tales términos, queriendo establecer una superioridad serbia en la
relación. Esto tuvo éxito debido a dos motivos: la posición ventajosa de
Serbia, que se había anexionado la Vojvodina, Bosnia y Montenegro, y la amenaza
italiana, que se había hecho con el control de Istria y de algunas zonas de la
costa adriática, por lo que tanto eslovenos como croatas, ante la posibilidad
de verse bajo la influencia de otra potencia como lo habría sido el Imperio
Austrohúngaro anteriormente, decidieron aceptar las exigencias serbias, con la
esperanza de lograr una igualdad entre las comunidades en un futuro.
Sin embargo
esto nunca se produjo, estableciendo los serbios una continuación de su
anterior Estado, con un modelo centralista al estilo francés. Croatas y
eslovenos veían cómo su relevancia política no había cambiado tanto, con la
diferencia de que ahora, en lugar de obedecer a una gran capital como Viena, lo
hacían de Belgrado, siendo notable la inferioridad de esta con la ciudad
austríaca. Esto se debía a la existencia de Serbia como Estado, mientras que
Croacia, Eslovenia y Bosnia eran tan solo provincias de un imperio, por lo que
Nikola Pašić, líder del Partido Radical y controlador de la política en el
nuevo Estado durante sus primeros años de existencia, estableció una
comparación de la función de Serbia al estilo de Piamonte en la unificación
italiana.[1]
La primera experiencia
yugoslava fue tormentosa. A la tardanza del reconocimiento internacional se
unían inestabilidad, boicots, corrupción, desigualdad e incluso asesinatos en
el parlamento. Todo ello hizo que en 1929, ocho años después del establecimiento
de una constitución, el rey Alejandro disolviera el parlamento y aboliera las
garantías constitucionales para establecer una dictadura personal temporal.
Justificando esta acción, el propio monarca dijo “¿No es acaso dictadura el que
el dirigente de un partido que no tiene ni siquiera un programa, decida por su
poder soberano cuál de sus amigos debe ser elegido para uno u otro distrito
electoral, de cuyas necesidades más elementales no tiene la menor idea?”.[2] La
dictadura aprovechó la buena coyuntura económica para establecerse, y tanto
croatas como eslovenos vieron una oportunidad de ver reconocido su peso
político, no renunciando al federalismo, truncado en la centralizadora
constitución de 1921. Será este el momento en el cual el Estado pase de
llamarse Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos a nombrarse por primera vez
como Yugoslavia.
El rey Alejandro intentó desligar el predominio
serbio, sustituyendo símbolos de estos por yugoslavos, sin llegar a contentar a
eslovenos y croatas en sus peticiones, con lo que al fin de cuentas consiguió
más reticencias que soluciones. Con la crisis económica el monarca vio oportuno
la vuelta a la democracia promulgando la Constitución de 1931. La oposición al
gobierno aumentó rápidamente, boicoteando las elecciones; prácticamente todos
eran opositores, los serbios se convirtieron en republicanos centralistas,
mientras que croatas y eslovenos siguieron siendo federalistas, incluso
representantes de la Vojvodina pidieron autonomía para el distrito, al igual
que hicieron representantes de Bosnia-Herzegovina. Sin embargo, pese a la
oposición, la constitución continuó vigente hasta abril de 1941.
A la inestabilidad interior, la crisis
económica y la teórica total oposición al nuevo régimen constitucional, se
unían las malas relaciones con los vecinos y el abandono del apoyo francés en
1932. Debido a esto el rey Alejandro inició una serie de viajes con el objetivo
de mejorar relaciones con los demás Estados balcánicos y reforzar la Petit
Entente que formaba junto a Checoslovaquia, Rumanía y Grecia. Tampoco se ocultó
la intencionalidad de amistad entre el régimen nazi y la monarquía yugoslava,
con acercamientos diplomáticos y acuerdos comerciales. Sin embargo, en una
visita oficial del rey Alejandro a Francia en 1934, con el objetivo de
consolidar la posición balcánica en la inestable situación centroeuropea, se
produjo un ataque terrorista por parte de los ustachas, ultranacionalistas y
separatistas croatas, liderados por Ante Pavelić, siendo el monarca asesinado
tras desembarcar en Marsella.
Tras el atentado, se estableció una regencia
presidida por el príncipe Pablo, sobrino del anterior rey, hasta que Pedro II
cumpliera la mayoría de edad. Se celebraron nuevas elecciones en 1935, las
cuales estuvieron manipuladas por los organismos oficiales. Fue nombrado
vencedor el partido gubernamental, con un 62,6% de los votos, mientras la
oposición, que se presentaba unida, consiguió un 27,4%.[3]
Esto hizo que la oposición realizara un boicot al parlamento, formando un
contraparlamento en Zagreb. Ante esto, el regente Pablo liberó a presos
políticos opositores, y se reunió con los líderes de la oposición. Tras estas
conversaciones se llamó a formar un nuevo gobierno, con personas ajenas a la
dictadura, con la intención de resolver los problemas de inestabilidad
política. El nuevo gobierno cambió la actitud totalitaria anterior, intentando
articular al régimen de un soporte popular, inexistente anteriormente. Incluso
el príncipe Pablo inició conversaciones con los líderes croatas para abordar el
asunto federal, pero los términos de la posible solución estaban lejos de ser
acordados.
Las relaciones con Alemania e Italia mejoraron
en los años previos a la II Guerra Mundial, encontrando Yugoslavia unos socios
comerciales fiables. Sin embargo, los actos de Alemania sobre Checoslovaquia
hicieron mella en la opinión pública yugoslava, que simpatizaba con sus
hermanos eslavos. El desarrollo de los acontecimientos llevó a la cada vez
mayor desconfianza por parte de Yugoslavia hacia las potencias del Eje,
estableciendo repetidas veces su neutralidad ante el conflicto europeo. Sin
embargo, el temor de una invasión (con la precariedad de medios del país para
defenderse), la intención de librar al país de la guerra y el miedo al avance
del comunismo, llevó finalmente al príncipe Pablo a adherirse al pacto de las
potencias del Eje, a espaldas de la opinión pública. Cuando la noticia se hizo
pública se produjo rápidamente un golpe de Estado, deteniendo al regente y a
miembros del gobierno, y adelantando la mayoría de edad del rey Pedro II.
Diez días después del golpe de Estado, el 6 de
abril de 1941, Alemania y sus aliados invadieron Yugoslavia, tardando once días
en ocupar el país. Tras ello llegó el desmembramiento del territorio, con
anexiones de Alemania (parte de Eslovenia),
Italia (parte de Eslovenia y parte de Dalmacia), la Albania italiana
(Kosovo y la Macedonia albanesa), Hungría (Vojvodina) y Bulgaria (Macedonia).
Montenegro se convirtió en un protectorado italiano, y en el resto del
territorio se formó el Estado Independiente de Croacia y una Serbia muy
reducida. Ese Estado Independiente de Croacia, gobernado por un régimen
ustacha, se anexionó Bosnia-Herzegovina, con su población serbia y musulmana.
Incluso Ante Pavelić volvió a su tierra, donde se le entregaron facilidades
para continuar con sus actos terroristas ahora en territorio patrio, contra
judíos, serbios y disidentes de toda índole, siendo recordados a lo largo de
toda la historia yugoslava, sobre todo por la minoría serbia de Croacia. En
Serbia, debido a los escasos apoyos con que contaba el régimen nazi entre la
población, se utilizó a los alemanes que vivían ya allí para que administraran
el territorio, hasta que encontraron partidarios serbios que formaron un
gobierno provisional e incluso un pequeño ejército, la Guardia del Estado
Serbio, todo ello bajo las directrices del general Nedić.
Durante la ocupación nazi surgieron dos
movimientos de resistencia, que acabarían enfrentados entre sí, dejando el
combate contra los invasores como un aspecto secundario. Estos serían los
chetniks, dirigidos por el general Draža Mihailović, nacionalistas serbios,
pro-monárquicos y anti-comunistas, y los partisanos comunistas dirigidos por
Josip Broz, más conocido como Tito, que consiguieron aglutinar a todas las
etnias del antiguo Estado Yugoslavo. Aparecerán también los ustachas croatas,
dependientes del nuevo Estado Independiente de Croacia, claramente fascistas.
Estos tres grupos combatirán entre ellos en el escenario de la II Guerra
Mundial en Yugoslavia. Los Aliados en un principio apoyarán a los chetniks,
vinculados al gobierno yugoslavo en el exilio, pero debido a su actitud
inmovilista respecto a sus acciones contra los alemanes, serán los partisanos,
mucho más activos militarmente, los que acaben recibiendo dicho apoyo.
Serán los partisanos los que se alcen con la
victoria en la contienda, estableciendo un Estado bajo sus principios
ideológicos, con el gobierno de Tito.
[1] BANAC I., The National Question
in Yugoslavia Origins History Politics, Cornell
University Press, Ithaca, 1988, pp. 130-141.
[2] DARBY H. C., SETON-WATSON R. W.,
AUTY P., LAFFAN R. G. D., CLISSOLD S. op. cit.,
pp. 185-186.
[3] ROTHSCHILD J., East Central Europe
Between the Two World Wars, University of Washington Press, 1990, pág. 249.
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