lunes, 14 de septiembre de 2015

La desintegración de Yugoslavia (2) Antecedentes.

  • Formación de Yugoslavia:

Podemos resaltar dos acontecimientos, separados por aproximadamente un siglo, que tuvieron una relativa importancia en los sentimientos yugoslavistas. El primero de ellos fue la breve experiencia iliria impuesta por Napoleón, que hizo visible una posibilidad de convivencia entre los distintos pueblos. El otro fue la victoria serbia en las Guerras de los Balcanes de 1912-1913, que provocó un sentimiento de acercamiento a Serbia por parte de los pueblos eslavos del Imperio de los Habsburgo.

Al igual que otras comunidades europeas que no disfrutaban de una independencia política, como Polonia, fueron exiliados croatas los que dieron los primeros pasos en la creación de la primera Yugoslavia. Los contactos con Serbia fueron necesarios para ambas partes, ya que los exiliados necesitaban una plataforma jurídica legítima desde la que actuar, y los serbios conseguirían que ante la desaparición del Imperio Austrohúngaro, tanto croatas como eslovenos no buscaran una independencia individual, integrándose en un Estado encabezado por una dinastía serbia.

De esta forma en noviembre de 1914 el gobierno serbio anunció su alianza con el Comité Yugoslavo, y un mes después firmaba la Declaración de Niš, en la cual se establecía la creación de un Estado junto con los eslavos del sur del territorio de los Habsburgo como un objetivo de guerra, confirmándolo en el Pacto de Corfú el 20 de julio de 1917. En él, el gobierno serbio y el Comité Yugoslavo se comprometían a la creación del Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos bajo la dinastía Karadjorjević, de origen serbio.
Durante el primer año de la I Guerra Mundial, Serbia resistió los ataques del Imperio Austrohúngaro, pero en 1915 los Imperios Centrales invadieron el país, y a finales de ese mismo año los restos del ejército serbio se retiraron por Albania hasta llegar a la isla de Corfú, desde donde se reincorporarían al ejército aliado del frente oriental.


En noviembre de 1918, la Declaración de Ginebra tenía como intención la igualdad de croatas y eslovenos ante los serbios en este nuevo Estado, estableciendo una federación; sin embargo, el príncipe Alejandro de Serbia no estaba por la labor de aceptar tales términos, queriendo establecer una superioridad serbia en la relación. Esto tuvo éxito debido a dos motivos: la posición ventajosa de Serbia, que se había anexionado la Vojvodina, Bosnia y Montenegro, y la amenaza italiana, que se había hecho con el control de Istria y de algunas zonas de la costa adriática, por lo que tanto eslovenos como croatas, ante la posibilidad de verse bajo la influencia de otra potencia como lo habría sido el Imperio Austrohúngaro anteriormente, decidieron aceptar las exigencias serbias, con la esperanza de lograr una igualdad entre las comunidades en un futuro.

Sin embargo esto nunca se produjo, estableciendo los serbios una continuación de su anterior Estado, con un modelo centralista al estilo francés. Croatas y eslovenos veían cómo su relevancia política no había cambiado tanto, con la diferencia de que ahora, en lugar de obedecer a una gran capital como Viena, lo hacían de Belgrado, siendo notable la inferioridad de esta con la ciudad austríaca. Esto se debía a la existencia de Serbia como Estado, mientras que Croacia, Eslovenia y Bosnia eran tan solo provincias de un imperio, por lo que Nikola Pašić, líder del Partido Radical y controlador de la política en el nuevo Estado durante sus primeros años de existencia, estableció una comparación de la función de Serbia al estilo de Piamonte en la unificación italiana.[1]

La primera experiencia yugoslava fue tormentosa. A la tardanza del reconocimiento internacional se unían inestabilidad, boicots, corrupción, desigualdad e incluso asesinatos en el parlamento. Todo ello hizo que en 1929, ocho años después del establecimiento de una constitución, el rey Alejandro disolviera el parlamento y aboliera las garantías constitucionales para establecer una dictadura personal temporal. Justificando esta acción, el propio monarca dijo “¿No es acaso dictadura el que el dirigente de un partido que no tiene ni siquiera un programa, decida por su poder soberano cuál de sus amigos debe ser elegido para uno u otro distrito electoral, de cuyas necesidades más elementales no tiene la menor idea?”.[2] La dictadura aprovechó la buena coyuntura económica para establecerse, y tanto croatas como eslovenos vieron una oportunidad de ver reconocido su peso político, no renunciando al federalismo, truncado en la centralizadora constitución de 1921. Será este el momento en el cual el Estado pase de llamarse Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos a nombrarse por primera vez como Yugoslavia.

El rey Alejandro intentó desligar el predominio serbio, sustituyendo símbolos de estos por yugoslavos, sin llegar a contentar a eslovenos y croatas en sus peticiones, con lo que al fin de cuentas consiguió más reticencias que soluciones. Con la crisis económica el monarca vio oportuno la vuelta a la democracia promulgando la Constitución de 1931. La oposición al gobierno aumentó rápidamente, boicoteando las elecciones; prácticamente todos eran opositores, los serbios se convirtieron en republicanos centralistas, mientras que croatas y eslovenos siguieron siendo federalistas, incluso representantes de la Vojvodina pidieron autonomía para el distrito, al igual que hicieron representantes de Bosnia-Herzegovina. Sin embargo, pese a la oposición, la constitución continuó vigente hasta abril de 1941.

A la inestabilidad interior, la crisis económica y la teórica total oposición al nuevo régimen constitucional, se unían las malas relaciones con los vecinos y el abandono del apoyo francés en 1932. Debido a esto el rey Alejandro inició una serie de viajes con el objetivo de mejorar relaciones con los demás Estados balcánicos y reforzar la Petit Entente que formaba junto a Checoslovaquia, Rumanía y Grecia. Tampoco se ocultó la intencionalidad de amistad entre el régimen nazi y la monarquía yugoslava, con acercamientos diplomáticos y acuerdos comerciales. Sin embargo, en una visita oficial del rey Alejandro a Francia en 1934, con el objetivo de consolidar la posición balcánica en la inestable situación centroeuropea, se produjo un ataque terrorista por parte de los ustachas, ultranacionalistas y separatistas croatas, liderados por Ante Pavelić, siendo el monarca asesinado tras desembarcar en Marsella.

Tras el atentado, se estableció una regencia presidida por el príncipe Pablo, sobrino del anterior rey, hasta que Pedro II cumpliera la mayoría de edad. Se celebraron nuevas elecciones en 1935, las cuales estuvieron manipuladas por los organismos oficiales. Fue nombrado vencedor el partido gubernamental, con un 62,6% de los votos, mientras la oposición, que se presentaba unida, consiguió un 27,4%.[3] Esto hizo que la oposición realizara un boicot al parlamento, formando un contraparlamento en Zagreb. Ante esto, el regente Pablo liberó a presos políticos opositores, y se reunió con los líderes de la oposición. Tras estas conversaciones se llamó a formar un nuevo gobierno, con personas ajenas a la dictadura, con la intención de resolver los problemas de inestabilidad política. El nuevo gobierno cambió la actitud totalitaria anterior, intentando articular al régimen de un soporte popular, inexistente anteriormente. Incluso el príncipe Pablo inició conversaciones con los líderes croatas para abordar el asunto federal, pero los términos de la posible solución estaban lejos de ser acordados.

Las relaciones con Alemania e Italia mejoraron en los años previos a la II Guerra Mundial, encontrando Yugoslavia unos socios comerciales fiables. Sin embargo, los actos de Alemania sobre Checoslovaquia hicieron mella en la opinión pública yugoslava, que simpatizaba con sus hermanos eslavos. El desarrollo de los acontecimientos llevó a la cada vez mayor desconfianza por parte de Yugoslavia hacia las potencias del Eje, estableciendo repetidas veces su neutralidad ante el conflicto europeo. Sin embargo, el temor de una invasión (con la precariedad de medios del país para defenderse), la intención de librar al país de la guerra y el miedo al avance del comunismo, llevó finalmente al príncipe Pablo a adherirse al pacto de las potencias del Eje, a espaldas de la opinión pública. Cuando la noticia se hizo pública se produjo rápidamente un golpe de Estado, deteniendo al regente y a miembros del gobierno, y adelantando la mayoría de edad del rey Pedro II.

Diez días después del golpe de Estado, el 6 de abril de 1941, Alemania y sus aliados invadieron Yugoslavia, tardando once días en ocupar el país. Tras ello llegó el desmembramiento del territorio, con anexiones de Alemania (parte de Eslovenia),  Italia (parte de Eslovenia y parte de Dalmacia), la Albania italiana (Kosovo y la Macedonia albanesa), Hungría (Vojvodina) y Bulgaria (Macedonia). Montenegro se convirtió en un protectorado italiano, y en el resto del territorio se formó el Estado Independiente de Croacia y una Serbia muy reducida. Ese Estado Independiente de Croacia, gobernado por un régimen ustacha, se anexionó Bosnia-Herzegovina, con su población serbia y musulmana. Incluso Ante Pavelić volvió a su tierra, donde se le entregaron facilidades para continuar con sus actos terroristas ahora en territorio patrio, contra judíos, serbios y disidentes de toda índole, siendo recordados a lo largo de toda la historia yugoslava, sobre todo por la minoría serbia de Croacia. En Serbia, debido a los escasos apoyos con que contaba el régimen nazi entre la población, se utilizó a los alemanes que vivían ya allí para que administraran el territorio, hasta que encontraron partidarios serbios que formaron un gobierno provisional e incluso un pequeño ejército, la Guardia del Estado Serbio, todo ello bajo las directrices del general Nedić.
Durante la ocupación nazi surgieron dos movimientos de resistencia, que acabarían enfrentados entre sí, dejando el combate contra los invasores como un aspecto secundario. Estos serían los chetniks, dirigidos por el general Draža Mihailović, nacionalistas serbios, pro-monárquicos y anti-comunistas, y los partisanos comunistas dirigidos por Josip Broz, más conocido como Tito, que consiguieron aglutinar a todas las etnias del antiguo Estado Yugoslavo. Aparecerán también los ustachas croatas, dependientes del nuevo Estado Independiente de Croacia, claramente fascistas. Estos tres grupos combatirán entre ellos en el escenario de la II Guerra Mundial en Yugoslavia. Los Aliados en un principio apoyarán a los chetniks, vinculados al gobierno yugoslavo en el exilio, pero debido a su actitud inmovilista respecto a sus acciones contra los alemanes, serán los partisanos, mucho más activos militarmente, los que acaben recibiendo dicho apoyo.

Serán los partisanos los que se alcen con la victoria en la contienda, estableciendo un Estado bajo sus principios ideológicos, con el gobierno de Tito.




[1] BANAC I., The National Question in Yugoslavia Origins History Politics, Cornell University Press, Ithaca, 1988, pp. 130-141.
[2] DARBY H. C., SETON-WATSON R. W., AUTY P., LAFFAN R. G. D., CLISSOLD S. op. cit., pp. 185-186.
[3] ROTHSCHILD J., East Central Europe Between the Two World Wars, University of Washington Press, 1990, pág. 249.

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