jueves, 30 de abril de 2015

El fracaso de Italia en la Segunda Guerra Mundial (1)

Madrid, 30 de abril de 2015. José E. Ron.

En esta serie de entradas voy a analizar qué supuso la entrada de Italia para el desarrollo de la contienda que arrasó Europa de 1939 a 1945, sus motivaciones y sus consecuencias. Me parece interesante y necesario contextualizar las decisiones que Italia tomará y que serán clave en el desenlace de la guerra en los escenarios con presencia transalpina.

·        Momentos previos e inicio del conflicto:

Tras la firma del Pacto de Acero, el 30 de mayo de 1939, Mussolini envía un escrito a Hitler, exponiéndole que aunque la guerra sea inevitable, Italia no estaría preparada para ella hasta dentro de tres años. Durante todo el mes de agosto, Mussolini reitera su incapacidad para entrar en conflicto, y su deseo de mantenerse neutral si esto ocurriera a corto plazo.
Finalmente el 1 de septiembre Alemania inicia la invasión de Polonia, con la consecuente declaración de guerra de Francia y Gran Bretaña al régimen nazi. Italia como bien avisó Mussolini se declaró en estos instantes como no beligerante. El pueblo italiano ansía la paz, y en estos primeros instantes, el Duce cree que la no beligerancia será larga.


Para Italia, esta decisión supondrá un dilema, puesto que sus aliados alemanes podrían acusarles de traidores, como ocurrió 25 años antes en la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, la insistencia que tuvo Mussolini con Hitler de informarle de que Italia no estaba puesta a punto para un conflicto de tales dimensiones, y la firma años atrás del Pacto de Acero, hicieron comprensible la decisión italiana para Alemania.

A parte de no estar preparada ni económica ni armamentísticamente, Italia veía que sus objetivos en política exterior, no precisaban de una guerra para llevarlos a cabo. Además entendían que cualquier resultado del conflicto les perjudicaría, ya que si se producía una victoria alemana, se convertirían en un Estado al servicio del régimen nazi, y si se concretaba una victoria aliada, se desmantelaría el Estado fascista italiano.

En los meses posteriores, Italia soportará presiones de ambos bandos, por parte de Alemania para que entre en la guerra, y por parte de los aliados para que se mantenga neutral.

·        Entrada en la guerra:

Al pasar algunos meses de la declaración de no beligerancia, Alemania obtiene un éxito clamoroso en Polonia, Noruega y por último Francia, lo cual provoca en Italia que se extienda la idea de intervenir ya en la guerra, por el temor a perder la ocasión de sentarse al lado de los vencedores, y de que Gran Bretaña, tras la capitulación de Francia, quiera firmar la paz. Está muy extendida la idea de que Alemania es invencible, y de que la guerra será muy breve. Mussolini es también partícipe de este pensamiento, diciendo “La guerra será breve, y yo solo necesito un cierto número de muertos para sentarme a la mesa de la paz junto a Hitler”.
Son pocos los que se oponen a la entrada en el conflicto, incluso el Rey Víctor Manuel III recita la frase “los ausentes siempre se equivocan”.

Mussolini ya no está indeciso, y ahora ve la falta de preparación de sus tropas como un aspecto secundario. Palabras suyas son las siguientes: “[…] el pueblo italiano no me perdonaría nunca haber desperdiciado esta ocasión”.
Sin embargo toda esta precipitación tendrá un reflejo claro en los planes militares de los distintos mandos, los cuales actúan de forma independiente, sin tener los mismos objetivos ni predicciones, dejando de lado posiciones estratégicas importantes y desplegando las tropas de forma confusa e incompleta y sin objetivos precisos.


Después de conversaciones con Alemania, esta recomendó a Italia que declarasen formalmente la guerra el 10 de junio de 1940, y así se produjo. A media tarde, Mussolini sale al balcón del Palacio Venecia, cuya plaza está abarrotada de gente, y allí el Duce, anuncia la entrada de Italia en la guerra, horas después de haberse reunido con los embajadores de Francia y Gran Bretaña.

Tras la declaración de guerra, Italia tomó una posición defensiva, desplegando fuerzas en la frontera alpina con Francia. El número de tropas italianas es mayor, pero es evidente que los soldados italianos no están preparados en ningún aspecto, ni saben qué tipo de guerra les espera ni están adiestrados para ello. Sin embargo, los franceses, pese a su inferioridad numérica y a su práctica capitulación frente a Alemania, no se ven derrotados por los italianos, y el considerar la declaración de guerra de estos como una “puñalada por la espalda”, les llevará a luchar con más entusiasmo que en el norte.
La situación de inmovilidad por parte de ambos ejércitos dura unos días, pero ante la previsión de la intervención de Italia, el mando de la RAF había preparado el bombardeo de algunos puntos estratégicos industriales en Génova y Turín. Tras este ataque aéreo se producirá uno naval por parte francesa, que como el anterior, será prácticamente un fracaso.
Tras esto, y después de que Hitler rechazara la colaboración de tropas italianas en las operaciones alemanas en Francia, Mussolini, furioso, ordena el ataque a Francia por todo el frente de los Alpes, pese a las recomendaciones de su Estado Mayor, que consideraban la operación como imposible.

Se conoce entonces el deseo francés de firmar un armisticio, por lo que toda la operación se detiene. Sin embargo, Hitler no acepta las numerosas pretensiones de Mussolini, y decide que el armisticio no se firme de forma conjunta. Esto significa que se firmaría el tratado sin haber entrado en guerra, por lo que las pretensiones italianas serían mínimas, de esta forma se da la orden de reanudar las operaciones ofensivas sobre territorio francés. Así se lanzan al ataque contra fortificaciones que hacen que la superioridad numérica se extinga, esto sumado a la disposición de los franceses a defenderse, la operación italiana será en inferioridad.
Tras el combate, el avance italiano es extremadamente pobre, con un balance de más de mil bajas y desaparecidos italianos por unos 200 franceses, y en torno a 2600 heridos italianos por 42 franceses, cifras claramente desiguales para el bando italiano. Tras esto se firmará el armisticio el 24 de junio de 1940, en el cual, Italia ocupa algunas zonas francesas, consigue la desmilitarización de los límites entre Francia e Italia y entre Túnez y Libia.

Tras la rendición de Francia llegaría el momento deseado por Italia para finalizar la guerra, pero Gran Bretaña no está dispuesta a finalizar así el conflicto.

Bibliografía:

CHURCHILL W., MEMORIAS. LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL, 2 VOLÚMENES, LA ESFERA DE LOS LIBROS, MADRID, 2004.

GILBERT M., LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL: 1939-1942, LA ESFERA DE LOS LIBROS, MADRID, 2005.

GILBERT M., LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL: 1943-1945, LA ESFERA DE LOS LIBROS, MADRID, 2006.

SEMINO A., CRÓNICA MILITAR Y POLÍTICA DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL, VOLÚMENES 1-7, SARPE, MADRID, 1978.

TOYNBEE A.J., LA EUROPA DE HITLER, SARPE, MADRID, 1985.


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